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Fertilizante

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Compost (fertilizante orgánico) de restos vegetales fabricado por lombrices.

Un fertilizante es una sustancia destinada a suministrar elementos químicos al suelo, que son necesarios para la alimentación de la planta, para que ésta los absorba por las raíces.

Para cumplir el proceso de su vida vegetativa, las plantas tienen necesidad de: agua, de más de veinte elementos nutritivos que encuentran bajo forma mineral en el suelo, de dióxido de carbono (CO2) aportado por el aire, y de energía solar necesaria para la síntesis clorofílica.

Los abonos o fertilizantes han sido utilizados desde la Antigüedad, cuando se añadían al suelo los fosfatos de los huesos (calcinados o no), el nitrógeno de las deyecciones animales y humanas o el potasio de las cenizas.

Los fertilizantes aportan a las plantas varios de los nutrientes que necesitan para su desarrollo normal, sobre todo en tierras que se cultivan todos los años y que por lo tanto pueden tener escasez de alguno de los elementos nutrientes que son imprescindibles para las plantas.

Clases de fertilizantes[editar · editar código]

Fertilizantes químicos[editar · editar código]

Superfosfato, fertilizante mineral.

Un fertilizante químico es un producto que se obtiene en una fábrica a través de reacciones químicas entre varias sustancias. Están formados por dos o más nutrientes principales (nitrógeno, fósforo y potasio) esenciales para el crecimiento de las plantas. Los más usados son: la urea que tiene un 46% de nitrógeno, el superfosfato (18% de fósforo) y el cloruro de potasio (60% de potasio)

Fertilizantes orgánicos[editar · editar código]

Los fertilizantes orgánicos son generalmente de origen animal o vegetal. Los principales son: el estiércol, formado por excrementos de animales de granja como el caballo, las vacas o los cerdos; el guano formado por los excrementos de las aves (por ejemplo de corral, como el de gallina) y el compost, formado por desechos de vegetales.

Aplicación de los fertilizantes[editar · editar código]

Proceso de estercolado.

Generalmente los fertilizantes son incorporados al suelo, pero pueden ser también aportados por el agua de riego.

En ciertos casos, una parte de la fertilización puede ser realizada por vía foliar, en pulverización. En efecto, las hojas son capaces de absorber fertilizantes, si son solubles y la superficie de la hoja permanece húmeda bastante tiempo.

Los abonos deben ser utilizados con precaución. Generalmente se sugiere evitar los excesos, pues si aplican en dosis excesivas, no solamente no tiene ningún interés económico, sino que pueden ser tóxicos para las plantas y dañar el entorno.

Efectos sobre el entorno y la salud[editar · editar código]

Crecimiento exagerado de algas y plantas acuáticas en una laguna debido al exceso de fertilizantes en ella.

El uso de los abonos puede tener dos tipos de consecuencias que pueden comportar riesgos sanitarios para el hombre y daños a los ecosistemas.

El riesgo sanitario más común es el relativo al consumo en la alimentación de agua con alto contenido en el fertilizante nitrato.

El riesgo medioambiental más citado es el de la contaminación del agua potable o el del crecimiento excesivo de algas y plantas acuáticas en las aguas de lagos y ríos, lo que ocasiona la muerte por asfixia de los animales acuáticos al consumir las plantas todo el oxígeno del agua, ya que si los fertilizantes orgánicos o minerales, son difundidos en cantidad excesiva para reponer las necesidades de las plantas, entonces estos llegan hasta el agua subterránea por infiltración, o hasta los ríos y arroyos por arrastre.

Referencias[editar · editar código]