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Método de las cabañuelas

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El método de las cabañuelas es un método de predicción del clima que se basa en la observación de unos determinados días para, cada uno de ellos, extrapolarlo al futuro.[1]

En concreto, se observan los primeros 24 días de agosto, y cada uno de ellos se usa para predecir la quincena de los doce meses del año siguiente, es decir, el tiempo del 1 de agosto corresponde a la primera quincena de enero, y el día 2, a la segunda, y así sucesivamente hasta completar el año entero.[1]

Aunque la AEMET está en contra de este método por considerarlo no científico y en contra del método seguido por meteorólogos profesionales, el joven Jorge Rey ha utilizado este método desde 2019, acertando en varias ocasiones. Es, por tanto, un método predictivo, ancestral y que se ha mantenido gracias al boca a boca en los pueblos, que tiene un margen de error.[2]

Origen del término[editar · editar código]

Según parece, la palabra cabañuelas proviene de la festividad judía de los Tabernáculos. En un documento de Toledo del año 1020, se menciona que los judíos colgaban cien cabañuelas en su barrio en memoria de los años que pasó el pueblo judío vagando por el desierto del Sinaí. Como en esta festividad judía se realizan ritos referentes a la predicción meteorológica, el término adoptó ese significado en español.

Por otro lado, la palabra témporas tiene la misma raíz latina que tiempo. También es un término de predicciones a largo plazo, pero se realiza por estaciones del año.

Habrá que diferenciar entre pronóstico y predicción: mientras la predicción se emplea en fenómenos con certeza de ocurrencia, como en el caso de los eclipses, donde la regularidad del movimiento de los cuerpos celestes lo permite, el pronóstico es una estimación de un fenómeno en situaciones de incertidumbre, como en el caso del clima o en el de los sismos y las erupciones volcánicas. Incluso, en el clima, hay diferencia en la confiabilidad del pronóstico según sea a corto, mediano o largo plazo (horas, días o meses).[3]

Críticas[editar · editar código]

Desde el punto de vista científico, las cabañuelas carecen por completo de sentido a la hora de obtener predicciones sobre el tiempo meteorológico, por los siguientes motivos:

  1. No se puede realizar una predicción correcta observando solamente el tiempo de un lugar concreto, ya que el tiempo no evoluciona de forma independiente en unos sitios de otros, sino que, por ejemplo, una borrasca formada a miles de kilómetros puede llegar hasta el lugar analizado y cambiar un día soleado por una tormenta de granizo en muy poco tiempo. Puesto que la atmósfera es un sistema caótico, cambios pequeños en lugares remotos pueden acabar teniendo efectos muy grandes en la meteorología local.
  2. Los días prefijados para las mediciones son totalmente arbitrarios. La creencia frecuente de que la Luna (y, por tanto, el calendario litúrgico) está relacionada con la meteorología no tiene base alguna, ya que la influencia de la luna sobre la atmósfera es insignificante. Por mucho que la Luna afecte a las mareas marinas, las mareas atmosféricas son mínimas. Tampoco se corresponde con la realidad, ya que los datos reales no muestran relación alguna entre los ciclos lunares y el tiempo, a diferencia de otros ciclos, como las estaciones del año.

Referencias[editar · editar código]